El universo que somos

El universo que somos

227590_2047415585857_1776144_nVivimos en un mundo habitado hasta el tope por personas, seres humanos en diaria pugna por sobrevivir al entorno, agreste, hostil o benévolo en que hemos sido depositados sin elegirlo, al nacer. Envueltos por creencias e ideologías, como lienzos, telas, texturas y colores tan diversos como estrellas en el firmamento. Pieles rosadas, tostadas al calor del trabajo duro, pieles oscuras blanqueadas por maquillajes, pieles blancas ocultas en sombras para evitar teñirse de sol. La diversidad es mucha, es vasta y rica. Tantos granos de arena como hay en el desierto, pero que sin ellos las dunas gemelas no tendrían forma ni serian posibles. Más sin embargo cada uno de esos pequeños granitos es dueño de un rostro propio. Un rostro y una mente. Es ahí donde las posibilidades se vuelven verdaderamente infinitas, es ahí donde la idea de universo se hace posible. Pequeños y grandiosos mundos interiores, tan íntimos y personales, desconocidos del resto, propios del individuo, la existencia humana en su complejo esplendor.

Alguna vez me detuve a pensar y reflexionar sobre este tema, el cual en ocasiones ocupaba tiempo en mis pensamientos, de manera fugaz ya que vivía en el lugar de mi familia, en el mismo sitio conocido por años, rodeada de amigos, ideas y costumbres habituales para mí. No era necesario esforzarme para comunicar mis necesidades o comentarios, las palabras sólo fluían de mi boca extraídas de mi mente con total facilidad y a quien lo expresara escuchaba y comprendía, así nada más, tan natural como respirar. Aún así los conflictos y mal entendidos se suscitaban, las disputas por el intercambio de ideas y la posesión de la razón se mantenían a la orden del día.

215001_1035292443411_9823_nNo fue hasta que abandone ese sitio familiar donde fui acunada desde el día en que me convertí en un miembro más de este planeta, cuando me tope de frente con esas cavilaciones pasadas, las que alguna vez atravesaron mi mente con disimulo. Cambié la comodidad de mi lugar seguro, por miles de kilómetros hacia el oriente, 11550 a China, para ser exactos. Poner un pie por primera vez en un suelo tan lejano, saberme extranjera, contemplar rostros distintos y miradas curiosas, las cuales sin el menor pudor desarman mi andar al cruzar frente a ellas. Ser foco de atención sólo porque el sonido de las palabras que sé pronunciar, es distinto para quienes ahora me rodean y escuchan sin comprender. Caminar por las calles, las cuales aparentan ser como las mismas que deje atrás, pero con una dinámica muy distinta, son regidas por las estrictas normas del caos, las cuales curiosamente todos conocen y respetan al pie de la letra, haciendo de ellas una singular sinfonía de desorden organizado. Costumbres urbanas “extravagantes” por así decirlo, totalmente inaceptables frente a las más básicas reglas de etiqueta. Sin poder hacer nada para evitarlo el cambio me tomó por sorpresa y sacudió algo dentro de mí, dude por un momento y juzgue la decisión de haber dejado atrás el cobijo de mi tierra y mi gente, temí estar cometiendo el peor error de mi vida y la pregunta “¿Qué hago aquí?” se instalo en mi cabeza.

Privada de la opción de dar marcha atrás ya que me había desprendido de todo lo materialmente acumulable para llegar al punto donde me encontraba, no podía más que continuar con los planes que me plantee antes de hacer este viaje. Dejé que el paso del tiempo y el entusiasmo inicial fueran calmando mis ansias y me permití observar con ojos neutrales mi nuevo entorno. Comencé a estudiar el idioma, el cual me resulto tan complejo como lo esperaba, pero bello, gracias a la originalidad de la escritura, la cual me parece un exquisito arte en si misma. La interacción diaria con las personas, en la calle y en círculos más íntimos, me enseñó a ir comprendiendo un poco más acerca de sus costumbres, tradiciones y formas de pensar, algunas disparatadamente distintas a las mías o al menos a las del mundo occidental al que pertenezco. Pero no puedo juzgar basándome sólo en mis experiencias, me he dado cuenta que las personas de este lado del planeta han sufrido duramente a través de su historia. Personalmente creo que estos últimos 90 años han marcado grandes cambios en su cultura y han dejado grandes cicatrices en el corazón del pueblo. Ahora ellos son el resultado de la exótica mezcla, de lo que algunas vez por culpa de la revolución se perdió, de lo poco a lo que se han podido aferrar de pasados más gloriosos y del encuentro con el capitalismo y el dinero que lo acompaña, las tecnologías de punta y todas las tendencias modernas y occidentalizadas que los han alcanzado.

377638_2637709902846_1245049140_nMás de dos años han pasado y la desazón de la primera impresión quedo atrás, ahora puedo ver las cosas desde un ángulo muy distinto, la ciudad de Beijing siguen siendo caótica y gris como la primera vez, pero ahora puedo ver los colores a través la neblina y la contaminación, nunca podré acostumbrarme a los modales chinos, pero ya no me impresionan y hasta me permiten disfrutas de todas aquellas cualidades positivas que poseen, como ese respeto a las personas mayores, el amor a sus hijos, que por tener derecho solo a uno, lo convierten en el pequeño emperador de cada familia. El tesón y esfuerzo con el que luchan y trabajan por salir adelante. Y muy a su manera, la sencillez y hospitalidad con la que me han acogido.

Mi paso por China me ha dejado una atesorable experiencia junto a una valiosa enseñanza, la cual me he detenido a reflexionar con calma. Vayamos a donde vayamos finalmente sólo somos seres humanos, en busca del bienestar propio y de quienes amamos, sin importar quehaceres y costumbres, ideas, miedos o tabúes, sólo individuos llenos de anhelos y sueños. Pertenecemos a este mundo enorme y dispar como un todo, pero en contraste cada uno de nosotros es dueño de ese muy interno y profundo universo personal, el cual únicamente tú o yo conocerá en su interior. No puedo evitar pensar en la cantidad de ideas que existen dentro cada mente, la de aquella señora mayor por ejemplo, que sobre una mesa vende todo tipo de joyas de fantasía y falsas antigüedades afuera de la de la estación del metro Liangmaqio, de aquel niño de gorra amarilla que va al colegio Xiaoxue con su mochila a cuestas, el señor que camina sucio y cansado por la calle después de una jornada de trabajo en la construcción del nuevo complejo de edificios en Sanlitun, el anciano ciego que toca un Erhu mientras pide unas monedas a cambio de la música que ofrece a los transeúntes, el joven de traje gris y cabello rubio, europeo tal vez, que toma un taxi en la esquina de Dongzhimen, o yo, que observo pasiva sentada en esta cafetería mientas tomo una taza de Naicha. La diversidad de este mundo es grande pero son más grandes las similitudes que nos unen, así de cotidiano, simple y complicado, lo percibamos o no, es el universos que somos.

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Rene Antunez
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